La guerra alemana by Nicholas Stargardt

La guerra alemana by Nicholas Stargardt

autor:Nicholas Stargardt [Stargardt, Nicholas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00


Me siento en la habitación muy sola

En la noche, junto a la luz de la lámpara.

En la cama nuestro hijo

Te nombra mientras duerme.

[…]

Cuando siento que ya no puedo resistir más

Entonces cojo tu foto,

Llamo a los dos niños a mi lado

Y les veo llorar por ti.

Y comprendo con todo el dolor

Que ellos son mi consuelo.

Quiero permanecer en mi puesto,

Valiente y sin abandonar,

Porque sé con seguridad

Que se acerca el día

En que nos volveremos a ver.[79]

Algunos historiadores han sugerido que aquellas pérdidas irrecuperables fueron la experiencia colectiva más importante en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, y que alejaron a mucha gente del régimen. Pero es complicado interpretar en esas reacciones derrotismo o resistencia política. Aquél era un dolor privado, y, a pesar de todo, a principios de febrero de 1944 Luise Stieber seguía insistiendo: «Quiero permanecer en mi puesto, / Valiente y sin abandonar». Se consolaba también con las palabras que Zarah Leander había cantado en El gran amor: «Sé que algún día habrá un milagro». Doce días más tarde le confesaba a su marido en el diario: «Sin un saludo, sin una palabra tuya, todo es indescriptiblemente duro. Me siento huérfana». Olvidando momentáneamente a sus dos hijos, añadió: «Ahora ya no tengo a nadie que me pertenezca».[80]

Buscando una salida tras tres meses infructuosos de tensa espera, a comienzos de abril de 1943 Hildegard Probst cogió el regalo que sus hijos le habían hecho por Navidad, una libreta encuadernada, y empezó a escribirle a su marido. «Lo quiero convertir en una especie de diario», explicaba, «para reemplazar las cartas que ya no te escribiré. Te quiero decir lo que te hubiera escrito en mis cartas para que sirva como una especie de puente con el momento en que estés con nosotros de nuevo. Porque sigo creyendo firmemente que volverás un día». Intentaba contarle las noticias más importantes de la ciudad medieval de Mühlhausen en Turingia. Las tiendas y los comercios estaban cerrados como parte de la iniciativa de «guerra total» de Goebbels, y mencionaba los muertos de la guerra, algunos sacados de las noticias de los periódicos, otros conocidos a través de funerales «muy conmovedores» que reunían a toda la comunidad y terminaban con una descarga de los soldados sobre los ataúdes vacíos. Para las familias de los desaparecidos, en cambio, no existía despedida alguna.[81]

Pero el tiempo no se detenía. Sus tres hijos, le escribió Hildegard a Whitsun, «son capaces de vivir sin pesadumbre y no saben nada de mi dolor. Y si me ven llorar de vez en cuando, me quieren consolar: papá va a volver a casa». Su hijo mayor, Karl-Heinz, estaba adquiriendo el tipo de responsabilidad que su padre siempre había temido que eludiría, y solicitó hacer un aprendizaje en los talleres de Junker en Dessau. Un mes más tarde, a mediados de julio, Hildegard estaba impresionada porque aún seguía recibiendo devueltas algunas cartas de las que le había escrito a su marido antes de las Navidades de 1942. El día del cumpleaños de Fritz, el 17 de



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